A caballo entre la Prehistoria y la Edad Antigua propiamente dicha, nos encontramos con la Edad de los Metales. Este periodo está caracterizado por la consolidación de la metalurgia y por las mejoras técnicas que ello conlleva. Así podemos hacer tres divisiones de esta época: Edad de Cobre, Edad de Bronce, Edad del Hierro.
La Edad de Cobre o Calcolítico (6.000 años a.C. – 3.600 años a.C.), en la Península Ibérica viene definida por la Cultura de los Millares, cuyo centro radica en la provincia de Almería. De la Edad de Cobre nos encontramos en el término municipal de Íllora con una necrópolis que presenta enterramientos individuales en forma de cista. Están excavados en la roca y cubiertos por lajas de pizarra para cerrar el enterramiento. Dicha necrópolis está ubicada en el Cortijo de las Nogueras, entre Íllora y Puerto Lope, y gracias al estudio de los materiales localizados podemos decir que pertenece a la Cultura del Argar. Se ha determinado gracias a las principales características de esta cultura, las cuales son los enterramientos en cistas, muchas veces en el mismo interior de las viviendas, y construcciones de poblados en lugares elevados que les permitían controlar de una forma más eficaz el territorio, presentando muchos de ellos estructuras defensivas, con lo que se deduce un aumento de la conflictividad en este periodo.
La Edad de Bronce (3.600 años a.C. – 1.200 años a.C.), se caracteriza por el descubrimiento de esta aleación y su aplicación a la vida cotidiana. Los poblados argáricos de esta etapa presentan una serie de innovaciones evidenciadas en sus registros arqueológicos. Estas innovaciones se dan tanto en su ubicación y disposición como en los componentes de su complejo material y ecofactual, en relación a las poblaciones de la Edad del Cobre. Cercano al municipio ilurquense, se han hallado evidencias arqueológicas de poblaciones en la Edad de Bronce en las Peñas de los Gitanos en el término municipal de Montefrío.
La Edad del Hierro (1.200 años a.C. – 200 años a.C.), tiene una duración variable en los distintos lugares de la Península Ibérica, ya que este periodo se considera acabado con la conquista romana y esta no se produjo de forma simultánea en todo el territorio ibérico. Destaca en esta época la Cultura Íbera, que se encontraba dividida en diferentes pueblos, quedando en la zona en la que se encuentra Íllora los túrdulos. La característica principal era que su idioma difería del íbero, llegándose a pensar que éste tuviese relación con la lengua hablada en la zona de los Tartesos, un ámbito cultural localizado en la desembocadura del Guadalquivir. Gracias a los aportes lingüísticos tartésicos podemos deducir que existió una relación entre los túrdulos y las tierras del bajo Guadalquivir, aunque también tenemos que hablar de la influencia que desempeñaron los fenicios para estos territorios.
Los fenicios habían fundado desde el siglo VIII a.C. ciudades por todo el sur de la Península Ibérica, tal y como vemos con la fundación de Gadir (Cádiz) o de Sexi (Almuñecar) en la costa granadina. Las fundaciones fenicias estaban localizadas en elevaciones cercanas al mar. A la vez estas ciudades interactuaban con la zona del interior, de la que buscaban intercambios comerciales, destacando los minerales y los productos cerealísticos. A la caída de Tiro, principal metrópoli fenicia, comenzó a cobrar importancia e independencia en el Mediterráneo una de sus colonias, Cartago. Esta antigua colonia fenicia pasó a controlar todas las zonas que anteriormente habían estado bajo la influencia de los fenicios, perdurando su presencia hasta el fin de la II Guerra Púnica contra los romanos en el año 201 a.C.
Tras la derrota de los cartaginenses en la II Guerra Púnica, estos territorios pasarán a ser administrados por Roma. La zona de Íllora quedará bajo la administración de la Hispania Ulterior, una de las dos provincias en la que los romanos dividieron la Península.
Tradicionalmente se ha asimilado a Íllora con Ilurco, pero hoy día sabemos a ciencia cierta que este yacimiento no corresponde con el actual núcleo urbano de Íllora, sino que se encuentra emplazado a 15 km de éste, en el Cerro de los Infantes en la localidad vecina de Pinos Puente.
Plinio menciona en su Historia Natural para estos territorios la existencia de un núcleo urbano al que llama Calécula, algo que concuerda con las inscripciones halladas en el yacimiento del Caserón que reflejan también este topónimo. Esta coincidencia, quizás podría significar que, en caso de existir un núcleo urbano en estos territorios, poseyera este nombre.
Pero siendo su nombre ese o no, surge otro interrogante:
¿Qué clase de asentamiento romano se encontraba en nuestro pueblo?
El casco urbano de nuestro municipio puede darnos alguna respuesta, ya que se han hallado en él estructuras romanas. Ejemplo de ello es el conjunto termal hallado en la Calle Ayllonas Nº 12 (En las excavaciones realizadas en 1995 se encontraron restos de tres piscinas, una escalera, un patio con mosaico, habitaciones e hipocausto; lo que nos indica que sería un espacio de un tamaño considerable). El gran tamaño de estas termas nos hace dudar de si estas pertenecían a un ámbito público (controladas por la autoridad municipal) o privado (pertenecientes al espacio de una domus o villa). El problema ante el cual nos encontramos es que, la falta de excavaciones en las zonas circundantes a estas termas, nos impiden saber el entorno en el que se encontraban.
Fuera del núcleo urbano de Íllora se han hallado diferentes construcciones romanas asociadas con villae, como pueden ser las localizadas en el Cortijo de las Monjas, el Cortijo de Mairena, La Dehesilla, La Encantada, en el Tesorillo de Escóznar, el Albercón o el Cornicabral.
La existencia de estos lugares nos hace pensar en que se diera un sistema disperso de explotación del territorio rural mediante estos pequeños centros de explotación, pero esto no termina de explicarnos a qué clase de asentamiento estaba ligado el conjunto termal urbano.